lunes, 13 de febrero de 2012

VANITAS VANITATIS


Sus párpados 
son cúpulas celestes soslayadas,
su mirada 
es sigilosa, 
de rastro felino, 
apremiada por su reflejo en la plata pulida 
del espejo,
y se encienden pavesas, 
centelleando hambrientas,
en el cenit de sus pupilas.

Sus dedos,
lubricados de codicia,
moldean pequeños planetas,
palomas que arrullan de nácar
la órbita de su cuello,
y repiten, con tañido de campana,
su valor y su valía.

Sonríe como una pícara Monalisa 
de carnes entibiadas bajo el lino bordado,
y reina 
por tierras y mares y cielos,
coronada 
de oro y esmeraldas y diamantes,
de rubíes y zafiros y topacios,
de ágatas y turquesas y turmalinas,
con la piel enquistada 
de brocados y terciopelos y sedas,
tafetanes abrochados de azabaches,
de corales y marfiles y ópalos.

Las preseas 
deslumbran, con sus fastos,
la  imagen que el refulgente vidrio le devuelve.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Vanity” (Vanidad), Frank Cadogan Cowper  (1877–1958)
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