sábado, 28 de julio de 2012

LOS DÍAS


Los días se deshojan
como se deshojan las margaritas
en busca de un “¿me quiere?”,
mas ya no hay respuestas en sus pétalos.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "He loves me, he loves me not" (Me ama, no me ama), 1896, John William Godward

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martes, 24 de julio de 2012

ARQUEOLOGÍA


Hay un pasado sangriento y oscuro
en la pupila muda de las piedras,
en las raíces de las ceibas,
en el oro antiguo que fraguó
los rostros de los dioses.

Hay una gloria que camina
con el peso de la historia aferrado 
a sus tobillos,
al esqueleto de su arquitectura,
a la sonrisa milenaria de sus ídolos de barro.

Hay una ventana que se abre
para escudriñar el polvo de las estrellas
y su brillante resplandor
en el dorado espejo de los tesoros.

Hay una puerta para asomarnos
a los abismos remotos,
para sumergirnos en el arrojo
de resolver cuestiones
de arduo dictamen,
para escuchar la lejana sinfonía de la niebla.

Y hay tantos jeroglíficos
ofuscándonos la mirada…

Tal vez el tiempo,
con su imparable avance de locomotora,
se encargue de ascender
hasta la elevada cumbre de los enigmas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Litografía: “Casa del Gobernador de Uxmal (ruinas mayas de México)”,  Frederick Catherwood (1799 – 1854)
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sábado, 14 de julio de 2012

SORRENTO, CAPRI...


Sorrento…

Una sierpe ondulante cerca,
con sus escamas azules,
la osamenta desnuda
de su acantilado.

Sorrento…

Una tortuga con caparazón de jade,
milenaria e inmóvil,
le hipnotiza la mirada
y le besa la frente con rumor de caracola.

Capri…

los siglos enjugaron
las lágrimas inocentes
derramadas sobre el vértigo
de sus farallones,
silenciando los palacios del dolor.

Ahora se acuna la calma del verano
mientras el Tirreno —vibrante y cristalino—
arroba la pupila del viajero.


(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “The sea from Capri” (“El mar de Capri”), 1875, William Stanley Haseltine

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martes, 10 de julio de 2012

NUESTRA VIDA VERDADERA


Cuando la mentira parece ambrosía,
es difícil hallar la hiel bajo la dulce cobertura,
pues la miel encubre el sabor acre
y provoca confusión en las papilas.

Así mis pies,
que tantas sendas floridas transitaron,
se sometían al rastro de tus huellas.
Eran corceles inquietos,
desbocados en desatinos,
nerviosos como niños turbados
ante la inminente concesión de un regalo.

¡Cómo caían vencidas mis defensas
ante la solemnidad de tu farsa!
Perdida ya la fortaleza de mis muros,
no era yo sino una derruida barbacana.

Me hablabas de nuestra vida verdadera
y respiraba solo en presencia de tu aliento.
Una Julieta fui, 
dispuesta a veneno y daga.

El tiempo expolia el candor
—el tiempo y el desengaño—
y ahora 
que las nieves del invierno
se han licuado
y que el sol relumbra entre las jaras,
regresa tu licenciosa sombra,
consagrada a pergeñar nuevas celadas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Romeo y Julieta", Eduardo Úrculo

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lunes, 9 de julio de 2012

MANIFIESTO



Aun reconociéndome lega 
en los horizontes 
que el día vislumbra al aflorar,
sé que pertenezco 
a esas gentes corrientes 
cuyos rostros se desdibujan 
bajo la capa del anonimato.

Les pertenezco de la misma manera 
que las estrellas lejanas,
que proyectan la luz temblorosa
de su remoto pasado,
pertenecen al firmamento.

Y al igual que ellas
subordinaron su pálpito embrionario 
a la noche,
me constituyo
parte de la muchedumbre.

Una parte ínfima, 
insignificante y prescindible;
modesta como el grano de arena
necesario para conformar 
las dunas de los desiertos
y las playas orladas
con la puntilla de espuma de las olas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura de Enrique Florido Bernils

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miércoles, 4 de julio de 2012

NOCHE CÁLIDA


Noche cálida y dulce
de jazmines,
llevas el verano 
en la palma de tu mano,
el misterio 
en el azul de las sombras proyectadas, 
la luz 
en una verbena de estrellas fugaces.

Noche canicular
de madrugada perentoria,
te reflejas en ríos y lagos,
despliegas el velo del rocío
sobre el terciopelo de las rosas,
y conduces —diestra auriga— 
el carro escarlata de la calima.

Noche de plata, 
el fulgor nacarado de esa luna
viene a enloquecerte la mirada.
No huyas de sus rayos poderosos,
ni del afán prensil de mis falanges,
no huyas de mi pecho y de mis yemas,
pues temerosa al fin de tu deliquio,
en las uñas llevo el rastro de tu estela,
arañada tu pulida piel argéntea.

No te vayas todavía, noche mía,
permite que me hunda en tus entrañas,
que goce, que recuerde,
que me quede con tu aire y con tu esencia.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La ciudad de Marlow, a orillas del Támesis", Henry Pether (1830 - 1902)

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