sábado, 29 de septiembre de 2012

ME LLENAS LA BOCA DE FLORES


Me llenas la boca de flores
cada vez que me besas,
los oídos y las pupilas
cada vez que pronuncias
o escribes mi nombre,
y la piel incluso cuando sientes mi ausencia
y con firmeza trazas en el aire
el perfil de mi rostro,
como si tus dedos 
fuesen los ojos de tu memoria
y supiesen la distancia
que media entre mis sienes.

Me llenas la vida de amor por ella,
llevándome abrazada a tu pecho de gorrión
y elevándome en vuelo
por encima de las nubes,
alejándome de las alimañas
hambrientas de hastío
que se agazapan entre los muros
de grises perennes.

Celoso guardián de las tristezas,
las recluyes bajo cerrojos de sol
y disgregas los azules de sus alquimias letales:
a un lado, el mercurio, pesado y mortífero,
que azoga esos tonos
en espejos de escarcha;
al otro, un límpido azul celeste,
un azul de primaveras y veranos
que induzca
a la omisión de otras estaciones,
a que la fugacidad no sea un eje
y el tiempo se dilate en la flor del cerezo.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Le chevalier aux fleurs” (El caballero de las flores), 1894, Georges Rochegrosse, Musée d'Orsay, París


jueves, 20 de septiembre de 2012

MORIR DE AMOR


Es duro morir dentro de la simiente
sin haber sentido
—ni durante un segundo—, 
la deslumbrante llamarada del sol.
Duro morir en la oscuridad de las barricadas,
iluminadas ocasionalmente
por el centelleo de los obuses.
Duro morir por el túnel
que excava en la carne una bala sin destino,
o por el que abre
—inmisericorde—,
el gélido filo del cuchillo vengador.

Qué duro es morir
en la frontera de la desesperación,
morir cuando la vida conduce
al lindero de la angustia,
cuando el salto al vacío
se ofrece con la madurez de la fruta
para deleite de una boca
que ya no ansía degustar otro manjar.

Qué duro el ascenso hacia esa cumbre,
a menos que un motivo excelso
justifique el esfuerzo,
a menos que se apriete en el puño
el corazón
de una Isolda,
de una Julieta,
de una Dido.

Qué duro hacer del amor 
la única causa digna de la muerte
o, si no, 
vivir con la muerte domesticada de la rutina.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Muerte de Tristán e Isolda", Rogelio Egusquiza Barrena (1845 - 1915), Museo de Bellas Artes de Bilbao
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lunes, 3 de septiembre de 2012

HOY ABRO


Hoy abro mi vida a un viento nuevo,
a un sol de luminosidad extrema,
a la albura de esperanzas
que son tersura primaveral
en el umbral del otoño.

Hoy abro mis brazos
—extiendo huesos, músculos,
cartílagos y nervios,
venas, arterias, piel,
y un leve vello que se eriza
a tu contacto—
y te cerco.
Son férreos barrotes,
cárcel donde confinar tu calor,
celda carnal donde alojar tu cautiverio.
Tu captora soy, tu señora,
también tu sierva, y me abro a ti
como se abren los capullos de las flores
cuando el día despierta, ofrendando
el corazón en altares de promesas.

Hoy abro mi ventana
al trino de la golondrina,
a su cola ahorquillada y su pecho salino,
a su alegría innata y su vuelo veloz.
Que cuelgue su nido bajo mi balcón,
que pasen las horas, los días, los años,
que vengan libélulas
para alimentarla.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “A sprig of white blossom” (Una rama de flores blancas), Francisco Lacom

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