Te enamoraste,
y no te percataste
de su capacidad cerebral,
ni de la hermosura de sus rasgos,
ni de la armonía de sus músculos,
ni tan siquiera de la bondad
que de su corazón dimanaba.
El amor no es un agrimensor,
es solamente
—como Mercurio—
el mensajero de los dioses.
Mayte Dalianegra
Pintura: "El juicio de Paris" (1639), Peter Paul Rubens. Museo del Prado, Madrid