miércoles, 27 de febrero de 2013

DEJA MIS POEMAS


Deja mis poemas
dormir en sus fosas,
bajo un arcosolio
de mármol velados,
deja que los cubra
el velo del tiempo,
que la fina pátina
que imprime el olvido,
guarde sus secretos.

Mayte Dalianegra

Escultura: “Tumba de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza” (posible obra del taller de  Sebastián de Almonacid). Capilla de San Juan y Santa Catalina, Catedral de Sigüenza, Guadalajara

sábado, 23 de febrero de 2013

NACÍ PARA AMARTE


Nací para ti,
para arroparte de estrellas cuando te sientas triste,
para que halles la alegría
en su plateado fulgor.

Nací para ser plena contigo,
para sentirme ola de tu mar, hierba de tu prado, nube de tu cielo.
Nací para ser tuya,
para servirte de dádiva,
para crecer con tus besos y respirar con tu aliento.

Nací para ti,
nací para amarte.

(Mayte Dalianegra)

Pintura de Yvonne Jeanette Karlsen
Safe Creative #1202281214599

viernes, 22 de febrero de 2013

PASARÁ


Pasará el calor canicular,
las vistas del mar
y los cuerpos semidesnudos
postrados ante la contundencia
del verano.

Pasará este tiempo de silencio
entre tú y yo,
y otro silencio aún mayor
se instalará en tu vida
solitaria y vacía de afectos.

Notarás cómo pasan los días
sin que nadie te envíe
el eco de un beso,
y cerrarás los puños
sin que puedan aprehender
más que un inhóspito desierto.

Pasará la vida a tu lado
sin que veas más que seres
desprovistos de rostro,
y aunque ahora no lo creas,
me echarás a faltar
como la tierra reseca añora
el beso libidinoso de la lluvia,
pero entonces, solo seré un recuerdo
prendido en un tiempo pretérito.

(Mayte Dalianegra)

Pintura de Robles Muñoz
Safe Creative #1202281214599

lunes, 18 de febrero de 2013

TE BUSCABA


Te buscaba
en la larga sombra del ciprés
que escuda de la fiereza del verano,
y en el arrullo de paloma
del mar calmo que lame la arena
con su lengua de cristal.

Te buscaba
y extravié mis pasos por caminos
de retorcida espina,
y vadeé ríos y escalé montañas
hasta que la noche me cubrió con su capa
de paño áspero,
y mis pies sangraron su desaliento.

Me hallaba perdida en el eco sordo
de mi confusión
y te seguía buscando,
con el necio empeño de encontrar tus huellas,
más allá de donde el horizonte
pierde su línea.

Qué ceguera, de luz ebria de distancias,
saqueó mis días,
mientras mis manos llevaban las uvas
que las tuyas habían vendimiado antes.

Qué ceguera enturbió mis ojos
hasta quemarlos,
hasta dejarlos rebosantes tras su deshielo;
mas esa agua no rebajará el recio sabor de tu vino,
que guía mis labios como las estrellas guían,
año tras año, el reencuentro con la primavera.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: “El matrimonio Arnolfini” (1434), Jan van Eyck. National Gallery, Londres

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viernes, 15 de febrero de 2013

LA ELECCIÓN EQUIVOCADA


A veces, a menudo,
con demasiada frecuencia,
el candor de nuestras pupilas
se arrebata ante el destello metálico
de las plumas del pavo real.
Entonces no duda
en su elección, como no duda
en que ésta le proveerá
de dicha sinfín.

Mas luego, más tarde,
después de un tiempo,
descubre lo que todo cuanto existe
cobija en el envés de su sombra,
y comienza a germinar
la decepción,
y empieza a gestarse la guerra.


Mayte Dalianegra

Pintura: “El juicio de Paris” (1904), Enrique Simonet

Safe Creative #1202281214599

miércoles, 13 de febrero de 2013

ALHAMBRA

La brisa atrae allí el frescor del aire,
la brisa languidece, el aire sana,
el cielo de cristal allí muestra maravillas
que en la página de la belleza escritas quedan.

(Poema epigráfico labrado en los estucos de la Alhambra)

De atalaya en atalaya te diviso,
alcazaba roja,
encumbrada medina cortesana, 
yeserías que el viento labra
en filigrana con su soplo.

De atalaya en atalaya te diviso,
majestuosa Alhambra.

Una acequia sinuosa riega
tu fecunda almunia,
y los fragantes jazmines abrazan
los troncos de los granados persas.

Torre de la Vela, defiéndeme
de la belleza extrema.
Torre de Comares, hiéreme con la simetría
de tu patio de verdes arrayanes.

Jardín nazarí,
jardín velado
en polígono de fauces leoninas,
custodias de tu poder salomónico.

La sangre abencerraje
tiñe de rubíes deslumbrantes
la marmórea taza 
de uno de tus surtidores,
y un eco plañidero
pende del nido de golondrina de un mocárabe.

Ay, Torre de las Damas, que te miras
en el espejo 
de una alberca sosegada,
tú, que domeñaste las aguas
de una alfaguara insolente,
no permitas que olvide
tus aromas de azahares,
de melisa,
menta y cantueso,
ni las glicinias que cuelgan, voluptuosas, 
de tus recios muros de almagre.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Patio de la Justicia de la Alhambra de Granada”, Joaquín Sorolla

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domingo, 10 de febrero de 2013

LA HORA DURA


La hora dura comienza
con  fiero zarpazo,
con el embate de las olas
engullendo el abrupto acantilado.
Inicia su ascenso
escalando hábilmente el minutero,
desligando la trabazón de los engranajes
de ese reloj que forma todo un hemisferio
en la concavidad del estómago.

Llega y nos cubre con su gualda arena
de playa tropical
que promete feliz asueto,
pero en realidad
es hora alumbrada
en el retorcido lomo de una duna,
allá, en un desierto infinito,
o en el albero de un ruedo
donde con feroz arrojo lidian las bestias.

Llega y nos cubre con su gualda arena
como a bivalvos
en espera de pleamares lujuriantes,
llega y ya no nos da tregua,
nos embadurna de esa esperanza
pegajosa que invita a la sonrisa necia,
para después asestarnos
el envite final en toda su crudeza.

Creíamos que sería fácil de abordar,
tanto como entornar los ojos
cuando el sol nos ciega
y reabrirlos en la oscuridad cavernaria;
mas la hora dura es así,
irónica y cáustica como esta partida
que nos desnuda y eviscera,
lacónica como el filo acerado de este adiós.

Mayte Dalianegra

Pintura de Gigino Falconi
Safe Creative #1202281214599

viernes, 8 de febrero de 2013

COMO MARTE


Como Marte,
has nacido para la guerra,
para la contienda encarnizada,
y un eterno desangrado de vísceras
escolta cada uno de tus advenimientos;
pero tu diferencia con él
es que Venus ya no retornará a tu lecho.

Mayte Dalianegra

Pintura: “Marte” o “El descanso de Marte” (1640),  Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Museo del Prado, Madrid
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