No digo no
si quiero
decir sí,
porque
cuando digo no
se cierran los portones de mis labios
y el puente
levadizo de mi lengua,
y una torre
almenada
se erige sobre el solar
de mi boca.
Allí, la palabra aguerrida
—hincando
su rótula—
es hábil
ballestero.
Allí, en esa cuenca carnal,
hierve el
aceite
que será
mortal cascada
derramándose
matacanes abajo,
y no hay almajaneque ni catapulta
que derriben mis muros,
ni ariete que me cambie el adverbio.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Ilustración: "La belle
dame sans merci"
(La bella dama sin piedad),
Rose Cecil
O'Neill, 1905
